Kaçak

domingo, enero 28, 2007

"Mi último día en la Ciudad transcurre en completo silencio. De pié ante la vieja alacena de haya me encuentro sereno. Mi nombre es Villano. Espero la llegada de un redentor. Una lluvia fina sobre el bosque de helechos gigantes y la playa que hay más allá me absorbe durante unos instantes. Luego regreso al escritorio. Hay unas hojas de papel blanco que esperan, pacientes, sin prisa. Tampoco yo tengo prisa; ni siquiera el más sagaz de los observadores podría intuir, en el movimiento de mis retinas, un asomo de duda o ansiedad. Estoy, de nuevo, limpio. Tan limpio como solo puede estar quien nada teme perder. Y sin embargo, desde antes del amanecer, he sentido la necesidad de recordar. Tal vez porque en el recuerdo no solo están las causas de lo que sucedió después sino el proceso (difuso, sin duda, pero deslumbrante) por el que esas causas se encaminaron de forma inevitable hacia sus efectos. O quizás, y ésta es una explicación más verosímil, porque he recobrado el mismo grado de transparencia que alcancé el día de mi nacimiento.

Para la inmensa mayoría de los habitantes de la Ciudad el nacimiento a la vida es solo un instante confuso que conocen de referencia. Para mí ese instante permanece con tanta nitidez que podría respirar en él. Y descubrir la silueta ligeramente encorvada de Jana que se hace visible a través de una leve bruma. Es muy temprano y la atmósfera húmeda y fría. Jana avanza arrastrando un carrito. Tiene el pelo prematuramente envejecido, despeinado y revuelto. Su rostro, adornado por una sonrisa inexplicable, observa. Me clava unos ojillos diminutos. Son claros, de un gris leve y sereno. Pero me escudriñan con tal intensidad que parece estar leyendo hasta el fondo de mis pensamientos. Continua tu camino, le digo. No mires con desprecio o encontrarás lo que no quieres ver. Ella no tuerce el gesto.
- Te conozco - suspira - y no puedes esconderte. Ni siquiera detrás del fuego porque el fuego no te liberará.
Es entonces cuando me alcanza el silencio, un silencio vasto, lleno de ecos, dentro del cual la lluvia, mansa, lo empapa todo. Me siento limpio, vacío y transparente. Jana sigue hablando, susurrando palabras muy despacio, entonándolas apenas y observando la reacción de mi rostro. Luego se aleja dando pasitos cortos hasta desaparecer tras la puerta de un edificio cuyas paredes no se atreven sino a esconderse bajo una capa negra de suciedad y moho.

Puede que la lejanía conceda un brillo mágico a los recuerdos pero yo no padezco de Nostalgia. La Nostalgia está prohibida en la Ciudad y esa prohibición también me incluye. Sin embargo ahora, mientras espero la llegada de un redentor, me siento de nuevo limpio, vacío y transparente. Como se sintió al nacer el hombre que un día se llamó Kaçak."


Extracto inicial
Anhelos, lamentos y traiciones