Se acaba la noche
lunes, marzo 20, 2006
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Descalzo deja que los pulmones se le llenen con el olor del silencio húmedo que desprenden la estancia. Trata de divisar el mar desde la ventana pero no alcanza. Sin deshacer la cama se acuesta y permanece en silencio, concentrado en el sonido profundo de su respiración. Ha transcurrido mucho tiempo. Recuerda a la chica de la que estuvo enamorado alguna vez. Quizás la única. Quizás nunca había estado enamorado. Trabajaba en la Samaritaine (2), una de las panaderías mejor surtidas de croissants calientes, tartas de manzana, briochés y pasteles rellenos. Nunca se pidieron mas que un respiro. Tenía la nariz respingona, con pecas, y reía como un pajarito. Un día recogió su equipaje - que no era mucho - y dejó atrás los pastelillos que rodaban por la colcha a la hora del desayuno. Abre los ojos y vuelve a la habitación. Luego se ducha y sale. Camina con paso poco decidido, deambulando sin rumbo. Al llegar a una plaza entra en un pequeño bar. El dueño, un hombre de color sonrosado y ojos verdes, le invita a sentarse en una de las mesas, sucia con restos de la cena de otro cliente. Su mujer, habladora y agradable, se acerca a limpiarla. Tiene el pelo de color estopa y toda ella es torpe y desmañada pero habla con una voz melodiosa que le resulta enternecedora. Le sonríe a los ojos y, bastante sorprendida, ella le devuelve la sonrisa.
Una mujer se refugia en el fondo de una taza vacía. Lleva un sombrero de otra época. Ella misma pertenece a otra época. Una anterior a la noche.
N. del T.
(1) La fonda Draza y el Hotel Khan aparecen como escenarios en otras obras del autor como Tatiana y las piedras, Invierno en Kraljevo y Stari Grad.
(2) Referencia a la pastisserie francesa, inevitable y ya clásica en el autor.