Cegueras... y cegueras

martes, octubre 18, 2005

Cuenta la leyenda y cantan los Guzlari que el hijo de un gran rey - llegaría a ser, también, padre de otro gran rey – se rebeló contra su padre; vencido por éste y, antes de ser desterrado a Constantinopla, le sacaron los ojos con hierros candentes. Pero el hijo del rey no perdió totalmente la vista, por intersección de san Nicolás o gracias a unas monedas que cambiaron convenientemente de dueño, qué más da. El desterrado pasó cinco años fingiéndose ciego, mirando al sol como si fuera de noche y cuando, por esas vueltas que da la política familiar, fue llamado al palacio de su padre, se postró ante él y juró arrepentirse de todas las ofensas cometidas. El padre se le acercó, hizo que se levantara y le besó, perdonándole su traición. Pero no se quitó la venda con la que cubría sus ojos. Y con los ojos vendados tomó posesión de las tierras con las que su padre recompensó su recuperada posición. Incluso cuando le fue anunciada la muerte de su padre el ahora rey no se retiró la venda de los ojos hasta que se aseguró que el padre que había ordenado una vez su ceguera no solo estaba muerto sino enterrado bajo tierra. Resulta difícil experimentar tal grado de temor al contemplar la imagen del padre Rey en la iglesia de Begovica Ljeviska de Prizren. Quizás sea el efecto de los atributos bizantinos – corona imperial, cetro y akakia – con los que fue retratado, o quizás sea el resultado del gesto de su boca, ojos y cejas, desengañado y conformista. El hijo ahora Rey fundó en Decani una iglesia destinada a ser su mausoleo pero no llegó a verlo terminada porque fue depuesto y estrangulado ¡por su propio hijo! Después de todo es posible que recobrara la vista demasiado pronto.