Se acaba la noche

lunes, marzo 20, 2006

Y cuando se acaba la noche no vuelve el día sino la soledad. El taxi le deja junto al bulevard, cerca de un snack-bar. De la plaza le llega el ruido de un camión de reparto y sus frenos al chirriar. Recorre a pie los metros que le separan de Draza (1), una fonda decrépita y olvidada. La puerta es vieja y la pintura verde que la cubre se aferra a la madera en un esfuerzo que solo puede mover a la compasión. En el interior hay una mujer ante un pequeño aparato de televisión en blanco y negro. Es una mujer triste, de cabellos desarreglados y ligeramente canosos. Bordea los cuarenta. Pregunta por una habitación con baño y la mujer recoge una de las llaves que tiene colgadas en el cajetín a su espalda. Le guía hasta el tercer piso por una escalera con barandilla de hierro. La habitación resulta un cuartucho con el suelo de linóleo verde y las paredes de papel despellejado, un camastro en el fondo y un pequeño retrete. Deja la bolsa y paga al contado. La mujer sale sin decir nada.

Descalzo deja que los pulmones se le llenen con el olor del silencio húmedo que desprenden la estancia. Trata de divisar el mar desde la ventana pero no alcanza. Sin deshacer la cama se acuesta y permanece en silencio, concentrado en el sonido profundo de su respiración. Ha transcurrido mucho tiempo. Recuerda a la chica de la que estuvo enamorado alguna vez. Quizás la única. Quizás nunca había estado enamorado. Trabajaba en la Samaritaine (2), una de las panaderías mejor surtidas de croissants calientes, tartas de manzana, briochés y pasteles rellenos. Nunca se pidieron mas que un respiro. Tenía la nariz respingona, con pecas, y reía como un pajarito. Un día recogió su equipaje - que no era mucho - y dejó atrás los pastelillos que rodaban por la colcha a la hora del desayuno. Abre los ojos y vuelve a la habitación. Luego se ducha y sale. Camina con paso poco decidido, deambulando sin rumbo. Al llegar a una plaza entra en un pequeño bar. El dueño, un hombre de color sonrosado y ojos verdes, le invita a sentarse en una de las mesas, sucia con restos de la cena de otro cliente. Su mujer, habladora y agradable, se acerca a limpiarla. Tiene el pelo de color estopa y toda ella es torpe y desmañada pero habla con una voz melodiosa que le resulta enternecedora. Le sonríe a los ojos y, bastante sorprendida, ella le devuelve la sonrisa.

Una mujer se refugia en el fondo de una taza vacía. Lleva un sombrero de otra época. Ella misma pertenece a otra época. Una anterior a la noche.


N. del T.

(1) La fonda Draza y el Hotel Khan aparecen como escenarios en otras obras del autor como Tatiana y las piedras, Invierno en Kraljevo y Stari Grad.
(2) Referencia a la pastisserie francesa, inevitable y ya clásica en el autor.


4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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gracias!

12:36 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

where you come from!

10:35 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

On this point, I feel you should be described in greater detail, I think it is that we need!

12:52 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

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6:17 p. m.  

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